El empresario canadiense Robert Bezeau se mudó a este paradisíaco lugar en 2009. Desde su llegada, puso especial atención en la cantidad de basura que atentaba contra la condición natural de la isla. Pronto descubrió que el uso desmedido de plástico era la principal arma que opacaba la belleza del entorno donde se encontraba. Siendo dueño de una mente proactiva, se dedicó a pensar cómo resolver el problema, de qué manera ayudar a preservar el estado orgánico de lo que había concebido como su nuevo hogar. La respuesta llegó por medio de un peculiar sueño, en el cual era habitante de un pueblo construido a base de botellas. Fue gracias a esto que se le ocurrió la idea de construir viviendas que resguardaran dichos recipientes. Era agosto de 2015.
En un periodo de 16 meses recolectó un millón de piezas de PET (fabricadas, como sabemos, del material sintético tereftalato de polietileno), las cuales sirvieron de ornamento para su primera casa de un nivel, otra de dos pisos y el Castillo Inspiración, de cuatro. Las tres se sostienen en una estructura convencional de concreto. Pero no ha terminado ahí. Con el firme propósito de mantener limpia la isla de Colón, Robert ha edificado un hotel que responde al mismo patrón y con lo cual intenta concientizar a los turistas sobre una estancia responsable.
En un periodo de 16 meses recolectó un millón de piezas de PET (fabricadas, como sabemos, del material sintético tereftalato de polietileno), las cuales sirvieron de ornamento para su primera casa de un nivel, otra de dos pisos y el Castillo Inspiración, de cuatro. Las tres se sostienen en una estructura convencional de concreto. Pero no ha terminado ahí. Con el firme propósito de mantener limpia la isla de Colón, Robert ha edificado un hotel que responde al mismo patrón y con lo cual intenta concientizar a los turistas sobre una estancia responsable.
En la actualidad, Robert Bezeau cuenta aún con 33 hectáreas que pone a disposición de quienes deseen echar raíces en su peculiar comunidad.
A diferencia del proyecto de Robert, en esta empresa se trabaja por medio de la energía solar para convertir elementos como el polietileno, poliestireno y polipropileno en material moldeable nuevamente, y de esta forma integrarlo con mayor facilidad y solidez a los múltiples servicios que se ofertan. Las placas resultantes de este proceso cuentan a su vez con una estética singular le da identidad a los productos, cada vez más visibles en nuestra ciudad.
Es gratificante y esperanzador saber que en otras partes del mundo las ideas de salvar al planeta y mejorar nuestra calidad de vida como especie logran fusionarse en estrategias afines. Dentro de esta retroalimentación universal, lo más importante es recordar que la misión nos concierne a todos los participantes de esta realidad, que todos podemos contribuir en la encomienda de otorgarle un lugar a los materiales que fueron creados para auxiliarnos en nuestra supervivencia y cuyas instrucciones de uso olvidamos en el cajón de la inmediatez.
Cada día es una ocasión para empezar. Aún queda mucho plástico en calles y espacios naturales aguardando por una segunda oportunidad de servir a nuestra sociedad. Atendamos el llamado.